El amante de lady Sofía by Lisa Kleypas

El amante de lady Sofía by Lisa Kleypas

autor:Lisa Kleypas [Kleypas, Lisa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2003-06-15T00:00:00+00:00


* * *

Después de dormir hasta bien entrada la mañana, el hermano de Ross decidió pasar el día jugando a las cartas en el pabellón junto al lago. Sin embargo, antes de que Matthew pudiera salir por las puertas francesas de la parte trasera de la mansión, Ross lo atrapó.

—Hola, Matthew —dijo Ross agradablemente, apoyando una mano en el hombro de su hermano. Cuando Matthew intentó zafarse, su agarre se convirtió en una pinza inquebrantable⁠—. Veo que por fin te has levantado. ¿Por qué no me acompañas al estudio? Tengo un repentino deseo de tu compañía.

Matthew lo miró con recelo.

—Tal vez más tarde, hermano. Debo ser el anfitrión de mis amigos. No querrás que sea grosero, estoy seguro —⁠dijo Matthew mirándole con recelo.

—Pueden arreglárselas sin ti durante un tiempo —⁠le dijo Ross sonriendo gélidamente. Su fría mirada se desvió hacia los tres jóvenes que habían acompañado a Matthew⁠—. Sigan con sus planes, caballeros. Mi hermano se unirá a ustedes más tarde. —⁠Si más condujo a Matthew por el pasillo hasta un estudio privado.

—¿Qué demonios está pasando? —⁠preguntó Matthew, tratando sin éxito de zafarse del agarre de Ross⁠—. ¡Maldita sea, suéltame, me estás estropeando el traje!

—Entra aquí —ordenó Ross, empujándolo dentro de la habitación y cerrando a continuación la pesada puerta de roble.

Visiblemente enfadado, Matthew se arregló con aspavientos las solapas y las mangas de su chaqueta.

Ross echó un vistazo al estudio, que había quedado tal y como lo había dejado su padre. La acogedora habitación masculina era pequeña y estaba forrada de estanterías de roble. Frente a un trío de ventanas había una mesa francesa y una silla para escribir. Ross frunció el ceño al recordar las veces que había visto a su padre escribiendo cartas o estudiando los libros de contabilidad. No podía evitar sentir que le había fallado a su padre al permitir que Matthew se convirtiera en la criatura malcriada y egoísta que era.

—Me miras como si fuera algún indeseable al que te dispusieses a enviar a Newgate —⁠le espetó Matthew con cara de pocos amigos.

—Newgate sería un palacio del placer en comparación con el lugar al que me gustaría enviarte.

Advirtiendo la furia que denotaba en la voz de Ross, Matthew soltó un hundo suspiro.

—Está bien, me disculpo por lo de anoche; supongo que la señorita Sydney ha ofrecido su versión de la historia, presentándose como la víctima virtuosa. Y lo admito, yo estaba un poco borracho. Mi amigo Hatfield había abierto un maldito buen brandy, y se me subió a la cabeza. —⁠Adoptando un aire de indiferencia, Matthew se acercó al desgastado globo terráqueo del rincón y lo hizo girar ociosamente.

—Eso no es suficiente, Matthew. Sí, tengo la intención de discutir tu comportamiento de anoche, pero primero trataremos otro asunto que acaba de surgir.

—¿A qué te refieres? —preguntó Matthew, sorprendido.

—Esta mañana me he reunido con el señor Tanner.

—¿Quién es ese Tanner?

—El administrado de nuestra finca. El hombre que se ha ocupado de nuestras tierras y propiedades los últimos diez años —⁠dijo Ross sumamente molesto.

—¿Y te has



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